Orígen del Folklore Argentino


El folklore argentino es en su mayor parte de origen hispánico, con un aporte indígena directo reducido a la zona del noroeste. En los años inmediatamente posteriores a la Revolución de mayo de 1810 aparecen muchas de las danzas y estilos características del folklore argentino, como el cielito, el pericón, el gato, el cuándo, el gato escondido y el triunfo. En general se trata de estilos vivaces y picarescos, de raíz popular, que contrastaba con los estilos de salón preferidos por la cultura colonial española.

Danza Folklórica durante los años 1810.

La gran oleada inmigratoria sucedida entre 1880 y 1950, principalmente europea, influiría en la música popular argentina. Desde entonces, el tango y el folklore aparecen como formas diferenciadas y hasta encontradas de la música popular argentina: el tango como la “música ciudadana”, mientras que el folklore quedó identificado con la música rural. Durante varias décadas el tango se instaló como la música popular argentina, postergando al folklore, que permaneció aislado en los ámbitos locales de cada región.

Previamente a este período aparecen algunos géneros fundamentales del folklore argentino, como la chacarera, la zamba, la milonga campera o simplemente milonga (décadas antes de la milonga ciudadana) y la arunguita. La chacarera parece haber nacido a mediados del siglo XIX, en Santiago del Estero (supuestamente en Salavina), pero su origen histórico se desconoce. En la Chacarera se nota influencia afro, sobre todo en su ritmo, por la población de afro santiagueños en los siglos XVIII y XIX.

Para fines de la década de 1860 aparece la zamba argentina, estilo nacional argentino por excelencia, diferenciándose de la zamacueca afroperuana, de la cual deriva, ingresada a la Argentina entre 1825 y 1830 a través de Bolivia. La Zamba de Vargas es la más antigua de las que se tiene registro y fue posiblemente la primera en aparecer con las características de la zamba argentina.


Historia del Folklore Argentino


Salvador Canals Frau en su libro Prehistoria de América, enseña que la música, junto al canto y la danza, posiblemente aparecieron en América junto con los primeros seres humanos que llegaron a ese continente.
Entre los primeros instrumentos musicales encontrados en Sudamérica, se encuentran la flauta primitiva y la churinga, está última de gran difusión en Australia y que está especialmente presente en las culturas patagónicas.

La colonización española aportó los criterios estéticos, técnicas e instrumentos característicos de la música europea. El mestizaje biológico y cultural que caracterizó la colonia, llevó al desarrollo de danzas, instrumentos y técnicas musicales propias (mestizas o criollas), que tendrán una influencia decisiva en el folklore argentino.

Entre los aportes europeos más importantes se destacan la vihuela o «guitarra criolla» y el bombo legüero, y un instrumento nuevo, el charango, una guitarrilla europea similar al tiple de las Islas Canarias, fabricado con la caparazón de un armadillo, de gran importancia para el folklore norteño andino.

Entre los más antiguos ritmos folklóricos coloniales se destacan la vidala y la vidalita, cantos de honda influencia indígena prehispánica, originariamente sagrados y de proyección cósmica, derivadas de la baguala y el yaraví prehispánicos, acompañadas con la caja andina o el bombo. En las misiones jesuíticas los guaraníes desarrollaron una música de estilo único, apoyada en el cordófono (arpa) y una especie precursora del acordeón. Los misiones guaraníes fabricaron todo tipo de instrumentos: órganos, arpas, violines, trompas, cornetas, clavicordios, chirimías, fagotes y flautas. Allí aparece el chamamé tradicional.

En los años cincuenta se produciría el llamado «boom del folklore», un fenómeno de difusión masiva y gusto por la música popular de raíz folklórica que obedeció a múltiples causas: